La cuarta carrera de la serie nos emplaza aquí, en el Indianapolis Motor Speedway, conocido mundialmente como la “Yarda de ladrillos” por su construcción única, cuando a finales de 1909, Carl G. Fisher volvió a pavimentar el circuito con 3,2 millones de ladrillos. Una “Yarda de ladrillos” en la línea de salida/llegada es la única parte que queda del firme original de la histórica pista de dos millas y media. Por supuesto, el circuito es más conocido por acoger las legendarias 500 millas de Indianápolis. Celebrada desde 1911, la “Indy 500” es la mayor carrera de coches del mundo y atrae a más de cuatrocientas mil personas, con una audiencia televisiva mundial de millones de espectadores. La Indy 500 es la pieza central de la serie y una victoria aquí siempre es un logro para cualquier profesional de las carreras. Prácticamente inalterado desde su construcción, el Indianapolis Motor Speedway tiene cuatro curvas con una inclinación de nueve grados y con una longitud de 440 yardas de principio a fin. Están enlazadas por un par de rectas largas y dos rectas cortas que forman una pista rectangular de dos millas y media que prácticamente se ajusta a los límites de la parcela original. Su originalidad solo es equiparada por su método de clasificación, ideado para reducir el gran número de aspirantes a tan solo treinta y tres pilotos. Es la única carrera de la temporada donde un tiempo mediocre podría dejarte fuera de la parrilla de salida. Aquí los vehículos utilizan alerones de circuito de baja adherencia aerodinámica. Con práctica, se puede llegar a recorrer el circuito a toda pastilla, pero no te olvides de que es una carrera difícil y de que la victoria no recae en el piloto que está en cabeza en la primera curva, sino en el que combina con mayor eficacia resistencia, habilidad y estrategia. Mantén el ritmo, relájate y disfruta con la atmósfera y el dramatismo del mayor espectáculo del mundo de carreras.